Dos hábitos que debes cultivar
- 4 minutos de lecturaLa proximidad del fin de año siempre me ha parecido una época idónea para revisar los objetivos cumplidos y planificar las metas por alcanzar. A mí, este final de año me ha provocado unas ansias rabiosas de retomar dos hábitos que había desatendido en exceso, leer y escribir. Y aunque la intención inicial de estas líneas no es escribir en torno a los propósitos del nuevo año, va a resultar difícil no hacerlo.
Tengo que confesar que dedico menos tiempo a la lectura del que me gustaría y que comienzo muchos más libros de los que termino. No soy de esos que se empecina en acabar un libro de cualquier manera. Prefiero dejar de leer y deshacerme de un libro, antes que perder el tiempo en una lectura poco apetecible. Y prefiero releer un libro antes que olvidarlo por siempre en una estantería. Pero volviendo a mi poca constancia, hace tres años elaboré una lista de cien libros que me he propuesto leer y, hasta ahora, solo doce han alcanzado este privilegio. De seguir a este ritmo, completaré la lista en algo más de dos décadas, sin contar los nuevos títulos que voy incluyendo en la lista. Esto da cierta idea de la gravedad de mi situación y del porqué he decidido focalizar mis esfuerzos en recuperar el tiempo perdido.
Por otro lado, está el escribir. Ni soy un escritor prolijo ni constante y este blog es una buena muestra de ello. Esta es la primera vez que escribo en cuatro años y percibo la pérdida de soltura y lo complicado que es acertar las palabras. Cada frase que escribo es un muro que tengo que saltar. Ahora más que nunca puedo corroborar aquella cita que se ha atribuido a Isabel Allende, no sé si correctamente, que dice “escribir es como un músculo, hay que ejercitarlo cada día”. Además, como no he querido reanudar la escritura sobre algo vacío, he recuperado mi anterior blog, del que me deshice a principios de este mismo año. Al haberlo eliminado, he tenido que utilizar Internet Archive, el archivo de Internet, e invertir unas cuantas horas para rescatar todo el contenido. Pero como dice el dicho, no hay mal que por bien no venga. Este ejercicio me ha servido para releer todas las publicaciones, confirmar lo poco que he escrito desde la primera vez, hace 18 años, y extraer un importante aprendizaje.
Revisando todo lo que he escrito, veo que todas las publicaciones de la etapa final, dedicadas a una tecnología especifica han caducado, no tienen ningún tipo de interés porque la tecnología a la que hago referencia ha quedado obsoleta, bien porque ha sido descatalogada o bien porque ha sido reemplazada por una nueva versión. Sin embargo, hay otro tipo de publicación más personal que, al menos para mi, sigue siendo relevante. Por un lado, me ha resultado gracioso volver a recordar que es lo que pensaba cuando alguien en 2004 me recomendó por primera vez un nuevo servicio llamado Skype, la desesperación de conseguir una invitación para abrir una cuenta de Gmail o cuando asistí a un primer webcast del hoy General Manager de IA en Microsoft. Por otra parte, hay otros tipos de artículos que me han resultado mucho más inspiradores. Son en los que me pronuncio respecto a algún tema controvertido o explico con mis propias palabras un concepto clave. Me ha resultado particularmente interesante hacer la relectura de mi errado pronóstico en la disputa hegemónica entre HTML 5 y Silverlight, de mi posición ante las declaraciones del gobierno acerca de la inmigración o del intento de una reseña literaria de Apocalipse now. Es este tipo de contenido el que veo ahora con más sentido y en el que estarán dirigidos mis esfuerzos.
Otra cuestion sobre la que he reflexionado ha sido la decisión entre hacer públicos los artículos o mantenerlos en el ámbito privado, en un estilo más parecido a un diario personal. Y en este sentido, creo que hacer público el contenido, aunque vaya a contar con una audiencia escasísima, me ayudará a poner una mayor atención a los detalles trabajando mucho mejor el mensaje que quiero transmitir. De esta forma, maximizaré los beneficios de la retroalimentación entre la lectura y la escritura. Cuanto mayor es el tiempo que dedicamos a escribir, más fácil resulta apreciar el esfuerzo que conlleva escribir un buen texto. Y, de igual manera, cuanto más leemos, y me refiero a obras literarias, más estimulamos las habilidades necesarias para escribir. Sea como fuere, siempre abrigaré la esperanza de que algún lector aterrice por estas líneas y sirvan de inspiración para fomentar la lectura de un buen libro.